Reseña de Mindhunter

La posta es que nos encantan las historias morbosas de asesinatos y violencia gratuita. ¡No lo nieguen! Por eso existen mil versiones de CSI, Criminal Minds, NCSI, Bones, Law & Order, Crossing Jordan, Numb3rs, Cold Case, Hannibal, The Following, The Fall y demás. ¿Por qué nos entusiasman tanto este tipo de relatos? Personalmente, creo que puede ser debido a varios factores. Por un lado, al ser humano le gusta que lo asusten: está en su naturaleza. Por eso existen las casas embrujadas, las pelis de terror y los cuentos de miedo alrededor del fogón. Pero cuando crecemos ya no basta con las historias de brujas y ogros; así empezamos a asustarnos con cosas peores, reales, accesibles: asesinos seriales, hombres con máscaras y sierras, caníbales, familias dementes en un pueblito perdido sin teléfono ni internet. 


Por otro lado, también es interesante intentar (sin llegar nunca a una certeza total) entender porqué algunas personas desbarrancan totalmente y cometen actos tan atroces. ¿Qué suceso fatídico puede llevar a alguien a fabricar ropa y muebles con piel y restos humanos? ¿Por qué alguien rellenaría el torso de una niña con trapos y fijaría sus ojos con alambres? ¿Qué pasa por la mente de un tipo que come niños?


Descartando a esa gente perturbadora que glorifica estos actos, el resto de nosotros puede sentir una mezcla de fascinación y rechazo ante estos casos extremos de brutalidad. De estos los que más resaltan, por supuesto, son los asesinos seriales. Lo único que podemos afirmar con seguridad sobre ellos es que en su gran mayoría son A) Hombres B) Blancos C) Estadounidenses. ¿Por qué? No lo sé, pero ciertamente es el país con la mayor cantidad: 96% de los asesinos aseriales del mundo. En Argentina hay apenas 11 registrados (Fun Game! Traten de adivinar quiénes son. Seguro conocen a tres, como mínimo: El Petiso Orejudo, Robledo Puch y Yiya Murano.)


En fin, a lo que voy es que la nueva serie de Netlfix, Mindhunter, toca este tema muy de cerca. Está muy libremente inspirada en el libro de no ficción de  Mark Olshaker y John E. Douglas (ex agente del FBI, uno de los primeros en desarrollar perfiles psicológicos de serial killers), llamado Mind Hunter: Inside FBI's Elite Serial Crime Unit. A grandes rasgos, cuenta cómo en 1977 el joven agente Holden Ford (Jonathan Groff) comienza a cuestionarse porqué estos hombres cometen crímenes brutales, qué similitudes pueden llegar a tener entre ellos, y por sobre todas las cosas, cómo puede detectarse un patrón de comportamiento desviado antes de que sea demasiado tarde. Sus colegas no se muestran muy interesados en esto, ya que se inclinan por un análisis superficial del asunto: mató porque es un loquito, listo, fin del asunto. Finalmente consigue el apoyo de un compañero, el veterano escéptico Bill Tench (Holt McCallany), un especialista en ciencias conductuales, y juntos se dedicarán a dar clases itinerantes a distintos policías de pueblo, mientran aprovechan el tiempo libre para entrevistar a asesinos encarcelados. Ojo: en este momento todavía no existe el concepto de asesino en serie, y Holden apenas si está empezando a intuir esa clasificación. De esa forma irán conociendo a Ed Kemper, Monte Ralph Rissell, Jerry Brudos, Richard Speck y Dennis Raider, todos famosísimos asesinos reales que cometieron actos horribles.


Pero Mindhunter, a diferencia de otras series con temáticas similares, no se centra en la acción. No hay un "caso de la semana" que se resuelve en una hora con tiros, líos y patadas. De hecho, todo lo morboso se cuenta a través de fotos, confesiones y teorías. Nada se ve en vivo y en directo. Personalmente me encanta porque las entrevistas con los asesinos se sienten muy reales y nos dan a nosotros, los espectadores, la oportunidad que jamás tendremos: la chance de hablar con gente que se encuentra en los extremos absolutos del salvajismo humano.


No voy a spoilearles nada pero la historia sigue las desventuras de los agentes: sus complejas relaciones personales, el desgaste emocional que surge como consecuencia de su ingrato trabajo, el recelo de los policías locales ante las técnicas nuevas, y la presión de sus superiores. Ah, y como plus está la genia de Anna Torv (Olivia en esa serie espectacular que fue Fringe) haciendo de la psicóloga Wendy Carr.

Básicamente todo es fantástico: la fotografía, los diálogos, la interpretación, francamente no sé que están haciendo que todavía no la vieron. ¡Vayan, corran, shú, shú!






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